La realidad de Franz

Como siempre, muy diligente, cumplía a cabalidad su empleo con la mayor eficiencia posible, tratando de ganar tiempo para escribir las ideas que emergían en su mente, sobre todo aquellas que aparecían en sueños mezclándose con los números de las notas de trabajo. Max, su amigo, había notado un cambio en su conducta, le preguntó si era debido al trabajo, a lo cual dio una negativa respuesta; respetando su silencio, como siempre, le acompañó mientras cenaba. Al día siguiente, llamaron a Max del trabajo preguntando por Franz, no había llegado a la oficina; raudamente acudió a la casa de Franz, halló restos de comida en la mesa y también en el camino al dormitorio, abrió la puerta y le encontró acostado, mirando fija y sonrientemente el techo, junto a él muchas hojas escritas; y, siempre sonriendo, dijo a Max: amigo, no podrás creerlo, logré la metamorfosis. Al salir Max descubrió caminando en el piso un insecto, y antes que pusiera su zapato sobre éste, Franz dijo, déjalo, somos de un mismo mundo.

Ernest y el mar

Desayunando con la resaca, después de muchas semanas, decidió retomar la inspiración para escribir sus memorias. No tenía idea clara de lo que narraría, su trayectoria podría ser contada de muchas formas, la vida le ha dejado cicatrices camufladas ya por crecientes arrugas. Recorrió mentalmente el camino andado buscando algo nuevo, solamente encontró nostalgia; entonces, miró el mar, la brisa inspirada refrescó la esperanza, y sonriente murmuró: Ernest, ¿Cómo no te diste cuenta que la vejez al final del camino es el inicio para continuar soñando con el mar?.

Duros golpes a César

Fue recluido injustamente en la carceleta. A fin de apartar la tristeza por tal acto inhumano, acostado y atravesando la oscuridad con la mirada hizo un recorrido mental sobre hechos de la vida. Recordó pueriles lagrimas al ver su pollito muerto entre la manos, el quejido de un débil perro callejero maltratado con crueldad, el castigo de un capataz a un extenuado caballo para seguir avanzando en empedrado camino y la sonrisa de un corrupto juez disfrutando convertir en culpable a un inocente. Era como si jinetes recorrieran los caminos dando duros golpes por encargo y que un día vendrían por él para terminar su recorrido. No sabía cuándo sería el momento, pero si que llegarían ruidosamente y vestidos de negro. Arropado por la oscuridad, pensando en Rita, abrigando sus dolorosos húmeros se quedó dormido.

Resiliencia

Como un bailarín de ballet se deslizaba por la blanca superficie, dejando armoniosas huellas, a pesar de su negro color representaba fielmente la luz. Cierto momento, cayó aparatosamente, se había fracturado su única extremidad, con desprendimiento del extremo; con esfuerzo se deslizó hacia este, con leves movimientos de rotación sobre su eje, hasta alinear el extremo desprendido con el eje de su cuerpo, quedándose dormido. Al despertar, estaba sostenido por dos pequeñas manos y una infantil pregunta: madre, ¿Alguien ha usado mi lápiz?, tiene rota la punta.

Imaginando a María

Tenía la costumbre de indagar sobre historias que marcan las vidas, estaba interesado en encontrar una similar a la suya. En un bar encontró a un pensativo joven  tomando vino e intentando escribir algo sin lograrlo, repetidas veces desechaba el papel, Jorge, amablemente le preguntó: ¿desea que le ayude? soy escritor; sin borrar la tristeza en sus ojos y con una tímida sonrisa respondió que desea escribir una carta pero no encuentra las palabras. Luego de escuchar una larga historia de amor, Jorge dijo: ve con ella, te necesita, escribiré por ti. Se despidieron con un largo abrazo y salió del bar imaginando el rostro enamorado de María.

Aroma a naranja lima

José, era un niño inquieto, disfrutaba de jugar en grupo, pero más estar a solas buscando amigos en el bosque. La búsqueda la matizaba con recuerdos de los juegos, las peleas, las riñas de hermanos, las discusiones en casa y los maltratos a las mascotas. Cierto día al no encontrar amistad alguna sentóse al pie de una pequeña planta, lloró tanto como el dolor que oprimía su corazón, repitiendo el deseo de tener un amigo sincero; de pronto, sintió un delgado abrazo mientras unas ramas acariciaban su cabello y escuchó un susurro diciendo: no estas solo, serás mi amigo, aquí estaré para cuando quieras compañía, seré tu planta amiga; él sonrío y dando saltos regresó a casa, oliendo a fruta, a naranja lima.

La soledad de Gabriel

Con la recomendación del profesor, la bendición de la abuela, el abrazo paterno y el beso de la madre emprendió con ilusión el viaje a la capital. En el colegio era de pocos amigos, pasaba el tiempo al pie del único árbol que había, viejo como el lugar. Cierto día, su única amiga al verlo triste preguntó ¿Gabriel, por qué estás nostálgico?, siento la lejanía de mi pueblo de lo visto por aquí, respondió; ¿es la distancia muy grande? repreguntó la amiga; si, como el tiempo de mi centenario abuelo en soledad.